jueves, 19 de abril de 2007

A la escuela... a poner etiquetas y árboles en la tienda de palabras

Cuando era niño mis padres me llevaron a una escuela de un pueblecito en Alicante, por eso de que había que aprender a leer, escribir, a contar, etc. Cómo recuerdo a ese niño despistado y soñador. No sabía que me iba a encontrar allí hasta que sonó el timbre y enseguida comenzó la clase de lengua.Recuerdo la voz de la maestra, explicando mientras todos se aburrían y claro todo terminaba con el gran ritual del dictado. Las siguientes clases que puedo recordar, la maestra explicaba primero qué era una oración con palabras que me parecían muy difíciles: sujeto, verbo, SN, auxiliar... Cuando acababa las clases me llevaba a casa una nueva etiqueta en mi caja de palabras, es decir me parecía que había que aprender que "los" era un artículo y "de"era una preposición.
Esta maestra de lengua nos enseñaba a hacer análisis morfosintáctico y como adoraba la gramática generativa, gastaba la tiza empaquetando las palabras en sintagmas y etiquetándolas, y nosotros, todo bien escrito en el cuaderno. A veces hacía ejercicios de lectura o recitaba poemas. Lo único que nosotros hacíamos era de copistas, por eso de copiar y copiar o a veces leíamos en voz alta, cosa que hizo que en más de una ocasión recomendara a alguien que fuera al oculista. Como habéis visto pasé del dictado a la pura abstracción, porque claro cómo todos sabíamos hablar, teníamos que aprender a leer y a escribir con propiedad, como lo hacían los grandes escritores. En esa época me trasmitieron lo importante que era la redacción, la presentación de un escrito, y la pulcritud se valoraba mucho. Aquella escuela era muy tradicional, y me daba cuenta que no era mi sitio.
Era la época en que se estudiaba francés como idioma en la EGB y bueno toda una experiencia. La profesora todavía la recuerdo sentada en postura cómoda leyendo el libro y acentuando en un tono demasiado exagerado. Lo que más me llamó la atención es que sacaba a la pizarra y nos hacía escribir los verbos. No sé porqué pero casi siempre me sacaba a la pizarra, escribía los verbos y me decía "Trés bien". Yo siempre pensaba que escucharíamos cintas o música, pero nada.Esta profe pensaba que si eras capaz de escribir en otra lengua la palabra correctamente pues que era genial, así que había que recordar, era como si la escritura fuera algo sagrado, algo que nadie podría borrar, aunque no comprendieras porqué aquello se decía de esa forma.
Yo seguía empeñado en aprender francés porque mis amigos, en verano, eran hijos de inmigrantes españoles en Francia y siempre traían música o me hablaban en francés. Estaba tan motivado que le dije a una de mis hermanas, que estaba en secundaria, que me enseñara y así lo hizo. Ella había tenido profesores muy buenos y sabía mucho, así que ella jugaba a hacer de profe y escribía en una pizarra diálogos en francés y luego practicábamos como en el teatro. No podía creer que podíamos después inventar otros diálogos o usar esas estructuras con mis amigos. Cuando recordaba a la profesora que había tenido me daba pena porque veía que ella no sabía nada y necesitaba mucha preparación.Luego tuve otros profes mejores pero usaban el método estructuralista con aquel libro "La France en directe" donde acabé aburrido de tantos ejercicios repetitivos.
En la enseñanza secundaria continué con el francés y tuve buenos profesores. Por fin hacíamos audiciones, leíamos diálogos y claro ejercicios de completar huecos para gramática.Lo que sentía es que no encontraba temas que me interesaran en los libros, casi todo era cultura francesa. A los 16 años necesitaba descubrir solo otras cosas en francés, y empecé a comprarme discos de Mustaki, Jacques Brel, etc. Me gustaba mucho leer las letras de sus canciones, escucharlas y sentir todo aquello. Aprendí muchisimo con las canciones y las lecturas de Camus; empecé a ver otras ideas, otra gente detrás de todo aquello.
En la universidad de Valencia estudié italiano y valenciano. Eran dos lenguas que no conocía pero me parecían que tenían cosas en común.
La experiencia como alumno de italiano fue muy buena. Tuve un profesores nativos y dedicábamos sesiones a la gramática y además teníamos un manual con actividades comunicativas. Estaba motivado, incluso me grababa a mi mismo para ver qué tal pronunciaba.
Aprendiendo valenciano tuve momento buenos y malos, porque era una asignatura que me imponían y no era una lengua familiar para mi en aquel momento. Aprendí la ortografía despacio porque era compleja, pero como no la usaba con mis compañeros, la veía un poco artificial.Para tomar más confianza en la lengua cuando teníamos exámenes orales siempre me grababa contando los libros de los que íbamos a hablar, de este modo conseguía más fluidez.

1 comentario:

Gilmar Ayala Meneses dijo...

Motivación. Para aprender una lengua, la motivación siempre es fundamental y un factor importantísimo (casi vital). Otro detalle de tu texto que me ha parecido también muy interesante es la forma en la que buscabas mejorar mediante tus grabaciones en las lenguas que estabas estudiando en la universidad (el valenciano y el italiano). Es un método que ayuda mucho a conocerse y reconocerse.