Afortunadamente la metodología en la enseñanza de lenguas ha evolucionado rápidamente, sobre todo desde mediados del S. XIX porque de no ser así habríamos terminado "hablando como un libro". En aquella época se usaba el método de gramática -traducción en la enseñanza de las lenguas clásicas, donde lo importante era el código escrito, la literatura, y se olvidaba completamente la lengua oral. Esta situación cambia con los flujos migratorios, sobre todo a Estados Unidos, entonces se hace necesario enseñar un idioma rápidamente a un gran colectivo, en su mayoría con pocos conocimientos gramaticales. Estos individuos no necesitaban la lengua escrita, sino que tenían que aprender a hablar para comunicarse en el país de acogida. En ese momento surge el método directo, así pues desde esa época el inglés ha tenido una tradición más rica en la importancia de la comunicación oral hasta llegar al enfoque comunicativo.
El francés ha tenido una gran tradición metodológica basada en el estructuralismo y en la importancia de la lengua escrita. Hasta hace pocos años enseñaba con textos literarios y se olvidaba el uso cotidiano de la lengua en la comunicación.
En cuanto al español hasta mediados de los 80 se seguían los pasos de lenguas como el francés ya que se usaba el método estructuralista y claro está que durante mucho tiempo también se usaba el de gramática - traducción. Sin embargo la importancia del español como lengua de comunicación internacional ha dado lugar a una serie de congresos, materiales, diseños curriculares cada vez más elaborados, partiendo de un enfoque comunicativo. Además de ello, la labor del profesorado en los centros del Instituto Cervantes, escuelas oficiales de idiomas, centros que imparten español en todo el mundo ha impulsado una constante reflexión sobre cuestiones metodológicas pensadas para el aula de ELE. Gracias a todo ello, hemos pasado de una enseñanza centrada en los contenidos a una enseñanza basada en el proceso, donde lo que nos importa es enseñar al aprendiz a comunicarse y a ser lo que M. Byram llama "hablante intercultural", aquel que es capaz de entender la diferencias entre su cultura y la que está aprendiendo.
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